Archivo de junio 2009

30
Jun
09

Los “barras” que irán al Mundial

La barra brava de Independiente ya sacó el trapo de la victoria. La bandera del poder. Se lució el 20 de junio en la cancha de Huracán: “Sudáfrica 2010”, rezaba la inscripción ganadora de la hinchada del Rojo, envidiada por todas las barras del país.

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Hace pocas horas, en Johannesburgo, la FIFA dio a conocer los países que más entradas solicitaron vía internet para la Copa del Mundo del año que viene: Inglaterra, EE.UU. y Alemania están en el podio y Argentina ocupa el cuarto lugar. No sólo los que hacen las cosas bien pueden viajar, los que siembran el terror y arruinan la fiesta cada domingo ya tienen los tickets asegurados. Atención Blatter y compañía, prometen un festival de drogas y rock and roll en la tierra de Nelson Mandela. Los detalles de la operatoria son tan macabros que por ejemplo cuentan que a más derrotas, y son muchas del equipo de Gallego, ¡más plata para recaudar! Los malos resultados de la divisa que se jura amar sirve para tener más fondos para la experiencia mundialista.

(…)

Convengamos que no es un fenómeno nuevo. Es histórico el desayuno que despidió a los Borrachos del Tablón en la confitería del Monumental antes de tomar el avión rumbo a Alemania 2006. La historia terminó con Gonzalo Acro asesinado y los hermanos Schlenker en prisión. Todos creen que con algunas licencias podrán calmar a las fieras y siempre se dan la cabeza contra la pared porque estos sujetos nunca se conforman y van por más. Empiezan con entradas, siguen con micros, después viajes al exterior, los estacionamientos, reventa de entradas en recitales, concesiones de confiterías, provisión de gaseosas y hamburguesas en la popular, porcentajes en la venta de jugadores. No conocen límite alguno.

La relación dirigentes-barras-policías es un triángulo que todavía no goza de buena salud. Después de varios meses prófugo –es llamativo lo que cuesta detener a un barrabrava en nuestro país– cayó Richard Laluz, alias El Uruguayo, integrante de La Doce y enfrentado con Mauro Martín. Denunció protección policial y pagos a la Federal a cambio de armas para los partidos de Boca, el ministro de Justicia de la Nación le exigió al periodista que escribe esta nota que identifique a los agentes corruptos descreyendo de la declaración del detenido, a quien además calificó de hincha de River. Así estamos.

Mientras tanto, la locura sigue y las respuestas no llegan. La batalla interna de la barra de Huracán dejó dos muertos y ningún detenido, aunque para Aníbal Fernández los asesinos ya estaban identificados; no me extrañaría cruzarme con integrantes de la banda de José C. Paz, El Pueblito o Villa Zabaleta el año que viene caminando por Sudáfrica, total todo pasa.

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30
Jun
09

Oveja va a decir quién mato a Gonzalo

pintos detenidoEl barrabrava de River Plata Rubén «Oveja» Pinto, detenido la semana pasada tras estar un año y medio prófugo, declaró hoy que dirá quién mató a Gonzalo Acro y toda «la verdad» sobre el hecho cuando se haga el juicio oral y público en el que serán juzgados varios integrantes de la hinchada, informaron fuentes judiciales.

Pinto declaró ante el juez de instrucción Luis Rodríguez y sostuvo que «si dice la verdad ahora, podría perjudicarse y perjudicar también la investigación” ya que otros imputados “podrían cambiar muchas cosas en el expediente, manipulando su verdad y en su perjuicio».

En su declaración indagatoria a la que accedió DyN, el barra agregó que dirá los nombres de quienes participaron en el asesinato de Acro recién cuando se haga el juicio y que «varias personas saben lo que sucedió aquel día, pero nadie dijo la verdad de lo sucedido hasta el momento».

Acro, integrante de barrabarava de River, fue atacado a tiros el 7 de agosto de 2007 cuando salía de un gimnasio ubicado en Cullen y Bauness, en el barrio porteño de Villa Urquiza, y dos disparos que le atravesaron el cerebro le provocaron la muerte dos días después mientras estaba internado en el hospital Pirovano.

Parte de la causa ya fue elevada a juicio, pero todavía no tiene fecha de realización. Por el asesinato de Acro están procesados y presos los hermanos Alan y William Schlenker, jefes de una de las fracciones de la barra, y Pablo «Cucaracha» Girón, mientras que también están imputados Martín «Pluto» Lococo y Sergio «Pelado» Piñeyro, aunque están en libertad.

Como autor de los disparos que mataron a Acro está detenido y procesado Ariel «El Colo» Luna, quien también estuvo prófugo de la justicia y fue apresado en diciembre pasado en Italia y luego extraditado al país. Luna y Pinto están detenidos en la cárcel federal de Ezeiza donde comparten el mismo pabellón y su situación todavía no fue elevada a juicio, pero se descarta que también serán juzgados junto al resto de los imputados.

En la causa sigue prófugo Matías «Kevin» Kraft sobre quien este martes Pinto dijo que según él «nada tiene que ver» con la muerte de Acro ya que desde antes del hecho «no fue más a la cancha».

El juez le imputa a Pinto haber estado en el momento que Acro fue asesinado y haber formado parte de la planificación del hecho, que se dio en el marco de una disputa entre dos fracciones de «Los borrachos del tablón», la barrabrava de River.

Pinto no confirmó ni negó si estuvo esa noche en el lugar del crimen, pero dijo que se enteró de la muerte de Acro al día siguiente y que eso le valió pelearse con otros barras de River ya que «para nada compartía lo que le había pasado a Gonzalo Acro«.

El magistrado ahora debe resolver si procesa a sobresee a Pintos.

Pinto fue detenido el lunes de la semana pasada en el hotel «Río de la Plata», de la avenida Juan de Garay al 1200 en el barrio porteño de Constitución, por personal de la División Análisis de Conductas Delictivas del Deporte de la Policía Federal, tras permanecer prófugo de la justicia desde el 1 de noviembre del 2007.

El barra aclaró que no fue detenido sino que se entregó él mismo ya que el anónimo que recibió la Policía alertando en donde estaba Pinto fue escrito por él y que también fue quien llamó al juzgado de instrucción donde dio el mismo dato.

Pinto dijo que decidió dejar de estar prófugo porque no podía ver a su mujer y a su hijo normalmente.

Fuente: DyN
30
Jun
09

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29
Jun
09

En el fútbol, la muerte se envuelve en la propia bandera

piedra libre!Las muertes en el fútbol cambiaron de significado y también de escenario. Ahora parecen más cercanas, casi propias. Hay una razón: aumentaron las que se producen por peleas entre grupos que comparten los mismos colores, la misma tribuna. Para un grupo de sociólogos que trabaja con la organización Salvemos al Fútbol, las estadísticas demuestran que existe “la emergencia de un fenómeno que requiere un abordaje diferente”. Entre 1983 y este año, los crímenes entre hinchas de un mismo equipo se incrementaron un 17 por ciento, acentuándose más la tendencia entre 2001 y 2009 (el porcentaje subió 9 puntos). Paradójicamente, esos hechos se repiten lejos de las canchas, una comprobación que al Estado le viene a medida. Las muertes se perderían así en los pliegues del delito común. Y no requerirían tantas explicaciones sobre complicidades con dirigentes o punteros políticos. Los asesinatos de dos hinchas de Huracán reavivaron el tema. Están ahí para recordarnos internas semejantes en Boca, River, Central, Gimnasia de Jujuy, Almirante Brown y Deportivo Merlo, entre otros equipos.

El trabajo Muertes en la propia hinchada, cuyos gráficos acompañan esta nota, considera las muertes separándolas en lustros, desde 1966-1970 hasta 2006-2010. De ello se desprende que disminuyeron de manera intensa las que se produjeron por peleas entre hinchadas de clubes rivales y que aumentaron en forma progresiva y constante las ocasionadas por enfrentamientos entre grupos que siguen al mismo equipo.

Los sociólogos Santiago Uliana, Diego Murzi y Sebastián Sustas, basándose en el archivo de Salvemos al Fútbol, tomaron cuatro momentos diferentes de los años analizados que arrojaron cómo, en 1983, la variable de “Muertes en la propia hinchada” ni siquiera aparecía y seis años después, en 1989, ascendía al 3 por ciento del total de las estadísticas. En 2001, según lo señala el tercer gráfico, el 8 por ciento de las muertes tenía que ver con este fenómeno y ya durante este año el porcentaje llegó al 17 por ciento, lo que equivale a una de cada cinco muertes producidas en el fútbol.

El grupo de profesionales advierte que en un informe anterior había hecho hincapié “en la incapacidad de los operativos de seguridad de prevenir este tipo de acontecimientos entre las propias hinchadas”. En efecto, el crimen de Gonzalo Acro, producido en el marco de una interna de Los Borrachos del Tablón, los enfrentamientos a balazos entre las facciones de Mauro Martín y el uruguayo Richard Laluz Fernández en La Doce o las escaramuzas entre tres sectores de la barra brava de Gimnasia de Jujuy, así lo prueban. Con un agregado: la mayoría de los hechos ocurrió afuera de los estadios donde jugaban River, Boca y los jujeños. Incluidos los balazos que acabaron con la vida de Acro, que ni siquiera se dispararon un día de partido.

El empeño de ciertos funcionarios como el ministro de Seguridad y Justicia, Aníbal Fernández, en considerar estos episodios como ajenos al fútbol (incluso el más reciente, donde murieron los dos hinchas de Huracán), motivó que los sociólogos señalaran: “Circunscribir la muerte a una tipología criminal es no tener en cuenta las motivaciones y el marco en que se generaron estas muertes. Se podría asumir como si, por ser muertes no relacionadas con el espectáculo deportivo, el operativo de seguridad quedara ajeno al hecho, a salvo de cualquier recriminación”.

Lejos quedó en su significado el escenario de violencia en el fútbol durante el advenimiento de la democracia. Según las muertes registradas por Salvemos al Fútbol, en 1983 el total de víctimas fatales producidas por choques entre hinchadas rivales ascendía al 81 por ciento de los casos y el 19 restante se completaba como consecuencia de la represión policial. Hoy las estadísticas que maneja el equipo de investigación indican que el 45 por ciento de las muertes son por peleas entre barras rivales, el 22 por la intervención de una tercera hinchada, el 17 por conflictos internos y el 16 por la acción de las fuerzas de seguridad.

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Un especialista en seguridad deportiva que maneja como pocos la información sobre el origen de estas grescas sangrientas, situó el inicio del problema en 2000. “La hinchada de Vélez les robó una bandera a los de Zavaleta y los otros dos sectores, El Pueblito y José C. Paz, ralearon a ese grupo porque tomaron el hecho como una afrenta. Ahí comenzó la bronca que siguió hasta el presente. Entre estos tipos hay delincuentes comunes con antecedentes por salideras bancarias y drogas.”

Para el ministro Fernández, quienes protagonizaron los tres tiroteos el domingo 21 en la casa de la familia De Respinis, el barrio Zavaleta y el Hospital Penna “son asesinos, no son hinchas de fútbol”. Julio Grondona, el presidente de la AFA, siguió la misma línea argumental: “El fútbol está sirviendo como identificador de delincuentes que andan sueltos y se juntan con la excusa del fútbol”. Y el secretario general de Huracán, Norberto Giuliano, en declaraciones radiales al programa “Polideportivo Ciudad”, comentó: “Cuando en el comunicado dicen que tienen ciertos privilegios, imagino que se refieren al tema de las entradas para aquellos que van a todos lados siguiendo a Huracán. Del resto de las cosas no tenemos nada que ver”. A confesión de parte, relevo de pruebas.

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La hinchada del Globo ya no es la que lideraba en los años ’50 un personaje que respondía al apodo de Cuatro Gargantas. Tampoco aquella que entre las décadas del ’60 y ’70 reverenciaba a Ringo Bonavena como su integrante más famoso. Cuando el club está en el umbral de su segundo título, tres facciones se disputan el dominio de un negocio que rondaría los 40 mil pesos mensuales. Esa, la barra (las barras), es la misma que el domingo generó como respuesta dos cantitos del resto del público: “Parecen cuervos, la puta que los parió…”, y el más político “Váyanse todos…”.

Fuente: Página12
28
Jun
09

Falta uno

3MENOS

24
Jun
09

Hasta el martes

  • Una pausa. Eso pidió Rubén Pintos, alias Oveja, para declarar ante el juez Luis Rodríguez quien lo investiga como presunto coautor del crimen de Gonzalo Acro, producido el 7/8/07 en el marco de la sangrienta interna de Los Borrachos del Tablón. Pintos, a quien el juez sitúa por cruces telefónicos en el lugar y a la hora del hecho, se entregó el lunes y se esperaba que hablara hoy. Pero su abogado, Rodrigo González, pidió una postergación aduciendo que debía estudiar las pruebas que hay contra su defendido. El magistrado aceptó y fijó una nueva audiencia para el próximo martes. Ahí se verá cuál es la estrategia de Oveja y si piensa contar toda la verdad. Pintos era al momento del crimen el líder de la fracción Palermo de la barra y quien, de ese grupo, mayor contacto tenía con Alan Schlenker. Sus dichos podrían beneficiar o perjudicar la situación de éste y de su hermano, que están presos en Marcos Paz acusados de haber instigado el asesinato. También se verá si su estrategia es similar a la de Ariel Luna, presunto autor material, quien dijo que el homicida fue un barra de nombre Wimpy, o si en cambio acepta algún grado de responsabilidad. (Olé)

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  • Rubén Oveja Pintos, el último de los detenidos por la muerte de Gonzalo Acro, se negó a declarar ayer ante el juez Luis Rodríguez. Sentado «muy tranquilo» en el despacho del 5° piso de Tribunales, el barra de River que estaba prófugo y fue detenido el lunes en un hotel de Constitución abrió la boca dos veces. Para pedir declarar el próximo martes (quiere interiorizarse sobre los 65 cuerpos del expediente) y para que lo enviaran al penal de Ezeiza y no al de Marcos Paz. El juez accedió. ¿Por qué Ezeiza, donde está parte de la barra brava de Boca? Porque tiene buena relación con su ex compañero de ruta, Ariel Colo Luna, acusado de ser el autor de los disparos que en agosto de 2007 terminaron con la muerte del barra Gonzalo Acro. Luna espera el juicio oral en Ezeiza, mientras que los otros miembros de Los Borrachos, como Alan y William Schlenker, están en Marcos Paz.  Pintos, que declarará el martes a las 11, escuchó detalles de la emboscada que mató a Acro en Villa Urquiza y qué imputación le hacen: el juez cree que, esa noche, el Oveja acompañaba a Luna. (Clarín)
24
Jun
09

Códigos de barra: silencio e hipocresía

(…)

Ni hablar en River, después de la tristemente célebre declaración del protesorero Héctor Cavallero, quien lanzó: «Creamos un Frankenstein y no lo pudimos controlar», en referencia a la lucha por el poder en Los Borrachos del Tablón.

Hace dos semanas, el director del Coprosede, Rubén Pérez, le decía a La Nacion que «los dirigentes deben dejar de ser hipócritas», en relación con la medida que prohíbe el ingreso de público visitante en el ascenso. Lo mismo sucede con el Subsef, pero con el derecho de admisión. «A los dirigentes les viene bien esta medida, pero ellos deben ponerse las pilas, dejar de darles entradas, micros… Sé que es difícil porque les aprietan a las familias y los amenazan, pero deben colaborar un poco», comentó un allegado a Pablo Paladino, el encargado del organismo.

Como la omertá es una regla de vida entre las mafias, el silencio y la hipocresía lo es entre los barrabravas y los dirigentes. Ayer, un comunicado de la barra de Huracán, difundido en el sitio www.patriaquemera.com.ar , refleja el grado de descomposición: «…No vivimos del club, tenemos algunos privilegios, pero para poder armar la fiesta en la tribuna…».

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24
Jun
09

Fútbol y violencia

El fútbol como política

El fútbol es lo que es porque pone en liza y celebra lo que nos hace diferentes, sin necesidad de consenso

El fútbol comenzó a ser estudiado como fenómeno social en la medida en que se le consideró ‘problema’

futbol3Fútbol y violencia son dos conceptos hermanados en nuestro imaginario colectivo. En cualquier conversación sobre el deporte rey que trascienda la mera noticia de actualidad, aparece, como activado por un resorte, el asunto de la violencia en los estadios. La intelectualidad tampoco es ajena a esta asociación. Enel ámbito hispano, la metáfora más utilizada para definir la dimensión social del fútbol es la de guerra danzada,acuñada por el escritor Eduardo Galeano en El fútbol a sol y sombra (1995). Igualmente, la paráfrasis de la famosa sentencia de Carl von Clausewitz que el escritor francés Pierre Bourgeade realizó en 1981 apuntando que «el fútbol es la guerra continuada por otros medios» es una de las frases más citadas en los estudios que intentan ayudar a comprender lo que el fútbol significa a nivel social.

El fútbol, para la mayoría de los estudiosos de un fenómeno que trasciende lo meramente deportivo, se resume en un baile de bandos enfrentados, cada uno de los cuales representa, de alguna manera, a una comunidad imaginada. Política, raza, género, sentimientos de pertenencia regionales y nacionales, todo se mezcla en la grada que rodea al rectángulo verde donde se disputa el balón, y este cóctel desemboca, inevitablemente, en manifestaciones violentas de distinto grado: insultos, agresiones, incluso asesinatos.

Cabría preguntarse, sin embargo, si estas manifestaciones violentas se deben realmente a la esencia del fútbol como fenómeno social o si la razón de las mismas ha de buscarse en otros ámbitos, más allá de la grada. Igualmente, cabe cuestionarse sobre la validez de la identificación del fútbol con la guerra, con el enfrentamiento de carácter violento, pues estas dos cuestiones, íntimamente relacionadas, han determinado y determinan hoy día tanto el modo en que nuestro imaginario contempla el deporte del balón como el sesgo de los estudios sociales del fenómeno futbolístico.

Comencemos por la segunda de las cuestiones. Se debe recordar que el nacimiento histórico de los estudios sociales sobre fútbol se produce en Inglaterra en la década de los setenta y se afianza en la siguiente, cuando el cada vez más extendido fenómeno del hooliganismo es acometido desde el gobierno de Margaret Thatcher como una suerte de cáncer social, sobre todo a raíz de las tragedias de Heysel (Bruselas, 1985) y de Hillsborough (Sheffield, 1989), que produjeron una terrible alarma social. Dicho de otro modo: el fútbol comenzó a ser estudiado como fenómeno social en la medida en que se entendió como un problema para el que urgían soluciones inmediatas. Esta declarada voluntad terapéutica de los primeros estudios sobre la dimensión social del fútbol ha determinado el cariz de la mayoría de los posteriores, en la medida en que tienden a subrayar la parte enferma del cuerpo, aquella que ha de ser curada, que necesita intervención. Sin embargo, el contexto social de aquellos primeros estudios sobre fútbol ha cambiado sobremanera. En la temporada pasada, por ejemplo, las cinco competiciones profesionales de fútbol en Inglaterra han tenido una asistencia acumulada de nada menos que 31.396.043 espectadores, quienes no han protagonizado incidentes reseñables. En este sentido, ¿se puede realmente seguir hablando del estadio de fútbol como en los años ochenta, es decir, como un ámbito dominado por hinchas violentos que hacen del mismo su coto particular? Sin duda ninguna: no. Es cierto que el fútbol no es un ámbito ajeno a otros problemas sociales – fundamentalmente el racismo, el machismo y la homofobia-, pero dista mucho de ser el campo de batalla cuyo retrato nos legaron los estudios de los años ochenta y que acríticamente han asumido tantos pensadores, que siguen describiéndolo hoy como un ámbito de exaltación contra el enemigo, y mucho menos es fuente de tales problemas, sino, más bien, un reflejo.

En lo referente a la asociación fútbol-guerra, por otro lado, es cierto que el fútbol debe gran parte de su enorme atractivo mediático y social al hecho de que en el estadio son dos bandos los que se desafían, y que estos se presentan sobre el terreno como enemigos irreconciliables, cuya mutua aversión nadie sabe con certeza cuándo y por qué nació pero se asume como natural e irrevocable. Sin embargo, ¿es suficiente la existencia de bandos enfrentados para metaforizar el fútbol como una especie de guerra? Probablemente no. Conviene recordar que en el acontecer de la contienda bélica subyace el deseo de eliminación del otro-diferente. En toda guerra hay un anhelo de solución final, de deshacerse del otro de una vez y para siempre. Toda guerra pretende ser la última. A diferencia de esto, sin embargo, en el fútbol se asume al bando contrario como necesario para el mismo acontecer del juego. Sin el otro-diferente, sin el rival histórico e irreconciliable, no hay partido, no hay fútbol. Así, en el campo de juego no atendemos tanto a un enfrentamiento en el que se busca la eliminación del otro, sino a un encuentro en el que se escenifica la diferencia, entendida como una oposición por principio de la que nace el juego, la pasión, el partido.

El matiz es sucinto, pero fundamental: la guerra nace de la constatación de la diferencia, pero pretende terminar con ella. El fútbol comparte origen, pero se alimenta de la diferencia y se debe a ella. El fútbol es lo que es porque pone en liza y celebra aquello que nos hace diferentes, sin necesidad de consenso, de convencimiento de unos a otros y mucho menos de supresión del contrario. Vosotros sois blancos, nosotros azulgranas y ambos nos necesitamos para hacer del partido lo que es.

Así, nos encontraremos con que el campo de fútbol es hoy día en nuestra sociedad uno de los pocos ámbitos en los que se abandona la pretensión de homogeneidad y la diferencia se asume como necesaria y mutuamente enriquecedora. En el estadio, el espejo invertido de nuestro rival es necesario para que nosotros nos entendamos como lo que somos, blancos o azulgranas. Quizá por ello, la metáfora más adecuada para entender lo que el fútbol es hoy en las sociedades occidentales no sea la de la guerra, ni siquiera la danzada, sino la de la política democrática, entendida como un ámbito de escenificación de un disenso tolerante y tolerable. En palabras del filósofo Daniel Innerarity, la política viene a ser «la instancia en la que hacemos valer nuestras discrepancias más fundamentales, aquellas que no comparecen en otras esferas más técnicas o menos significativas» . Convendremos en que bien podría estar describiendo la grada.

El enemigo interno?

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El fútbol parece indisolublemente unido a la violencia. Pero ¿ha sido siempre así? En el inicio de la temporada, nos fijamos en los fundamentos de esta relación, especialmente allí donde el deporte nació y desarrolló su mayor tensión social y política. Para así entender las raíces institucionales de las actitudes racistas y cómo acometer su neutralización

La violencia futbolística en Inglaterra es tan vieja como el mismo deporte, que tiene sus orígenes en la edad media, cuando el fútbol era un juego rural entre pueblos rivales, sin límites de jugadores o tiempo. En 1314, Eduardo II lo prohibió porque temía que los conflictos que provocaban los partidos ocasionasen graves problemas de orden público y de traición a la corona. Las restricciones oficiales continuaron hasta la segunda parte del siglo XVII, aunque la represión no frenó el auge imparable del fútbol como deporte por excelencia de las clases populares ni la violencia asociada con el juego. Con la época contemporánea y la profesionalización del fútbol a finales del siglo XIX, aparecen episodios de violencia entre bandas organizadas, formadas por un público mayoritariamente obrero y masculino y dedicadas a intimidar y atacar a los árbitros y jugadores e hinchas de los equipos visitantes. En el siglo XX, aparecen los primeros ends (fondos), como el legendario Kop del Liverpool, donde los hinchas más apasionados se concentraban en lo que veían como su feudo. Estos grupos estaban estructurados por lo general en las zonas de viviendas obreras de las grandes ciudades. Y ya existían entonces unos derbies salvajes, como en el norte de Londres entre el Arsenal y el Tottenham, que en los años veinte y treinta acababan en batallas campales entre una sección de los aficionados que se armaba con barras de hierro, botellas y navajas. Por lo general, los ataques no eran indiscriminados, aunque siempre existía la posibilidad de que los civiles se encontrasen en medio de la línea de fuego. Lo que buscaban los violentos eran peleas con otros ultras: así, los más audaces podían subir en la jerarquía, ganando estatus y notoriedad por sus hazañas contra el enemigo.

La edad de oro de la violencia llegó con el boom económico después de la Segunda Guerra Mundial. Una combinación de salarios más altos, trabajo estable y transporte público barato hizo posible que cualquier joven obrero viajase por todo el país para apoyar a su equipo, con los puños si fuera necesario. De este modo, lo que antes había sido un fenómeno violento más bien esporádico se transformó en una serie de rivalidades entre ultras de todo el país con un fuerte espíritu local que defendían su fondo del peligro del invasor en estadios sin segregación. Ya fuera, los locales trataban de tomar la zona de los hinchas visitantes, para quienes llegar a casa ilesos se convirtió en una victoria más allá del terreno de juego.

Con unas autoridades relativamente pasivas o permisivas en cuanto a lo que eran muchas veces peleas consentidas entre jóvenes obreros, la violencia se apoderó de los estadios. En los años sesenta los medios de comunicación se obsesionarion con la violencia de las tribus urbanas de jóvenes obreros y llegaron a tratar a los hooligans como un problema social.Con los setenta vino la segregación de los estadios, las vallas y el aumento de la presencia policial. Pero la cultura de violencia estaba muy arraigada entre muchos aficionados, y no es fácil cambiar con la represión estas prácticas tradicionales. Al dificultar la violencia abierta dentro de los estadios, los hinchas se enfocaron en hacer la visita de sus rivales incómoda con canciones amenazadoras y emboscadas fuera de los campos para hacer correr (run) al adversario.

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Los setenta – que vieron la crispación de la sociedad británica debido a una crisis económica aguda y el aumento de conflicto social- se reflejaron en nuevos conflictos en los fondos, con la politización fascista del movimiento skin y el aumento del racismo. El racismo de una minoría, a veces respaldada por grupos ultraderechistas, fue aislado en los ochenta, debido a una sociedad civil más tolerante y, a veces, a las acciones de los propios hinchas. Por ejemplo, en el Arsenal, los grupúsculos racistas se exiliaron después de una campaña implacable de miembros del grupo izquierdista Red Action (Acción Roja), varios de cuales vivían en una casa ocupada cerca del estadio. Mientras tanto, la violencia se exportó a los estadios europeos. Después de la final de la Recopa del 1972 en Barcelona, los hinchas del Glasgow Rangers se enfrentaron con bastante éxito a los grises de Franco. Con el afán de ganar batallas en el terreno de juego y en las gradas, llegó la tragedia de Heysel (Bruselas) durante la final de la Copa de Europa de 1985 entre el Liverpool y el Juventus. Un grupo de hinchas del Liverpool rompió una valla para hacer correr a los italianos – una táctica muy tradicional en el repertorio inglés- y el derrumbamiento de una muralla produjó la muerte de 39 personas, asfixiadas y aplastadas. Lo que había sido durante más de un siglo un asunto doméstico, se convirtió en la enfermedad inglesa,lo que puso en entredicho el buen nombre de Gran Bretaña entre los países europeos.

A partir de entonces, las autoridades británicas declararon la guerra abierta contra los hooligans.Ese mismo año, el gobierno de Margaret Thatcher formó un gabinete de guerra para luchar contra lo que la primera ministra describió como el enemigo interno:los hooligans.Para facilitar las nuevas medidas represivas, los medios lanzaron una campaña propagandista contra el fútbol. Hay que recordar que la nueva represión contra los hooligans coincidió con una ofensiva gubernamental contra los sindicatos y la clase obrera organizada. El clasismo entre una élite que practicaba el cricket y el rugby era rampante. Así, The Sunday Times criticó lo que veía como un «deporte barriobajero visto por barriobajeros en estadios barriobajeros». Pocos querían defender a la chusma y todos los aficionados al fútbol pasaron a ser perfilados como violentos o parias sociales.

Con el aumento de fuertes medidas de represión dentro y fuera de los estadios, la sección dura de los hooligans se volvió aún más violenta con el auge de las firmas,grupos restringidos de choque formados por amigos para evitar la infiltración policial. Así la violencia en masa fue reemplazada por la de bandas pequeñas. Por lo general, los enfrentamientos eran más sangrientos, pues favorecían las navajas; a veces aparecían tarjetas de visita encima de las víctimas anunciando la autoría del ataque, como si ello fuese necesario. El grupo más notorio era el Inter-City Firm del londinense West Ham, cuyos miembros preferían viajar en vagones de primera clase para evitar los Football Specials, trenes baratos que transportaban a los hinchas a los partidos acompañados de policía.

Finalmente, nació la Premier League en 1992, proyecto ideado para frenar la violencia, cambiar la imagen y sanear la base social del fútbol, diluyendo la presencia de un público eminentemente obrero y masculino, para atraer a los estadios a familias y gente de un estrato social superior. La Premier es hoy una liga de lujo, con estadios reformados sin fondos de pie, mucha videovigilancia y numerosas zonas vip. Hasta cierto punto la violencia se ha desplazado a las ligas inferiores. También la violencia se ha adaptado a la nueva realidad: hay pocos incidentes en los estadios pero eso sólo esconde el hecho de que los ultras, a través de la tecnología moderna – internet y móviles-, organizan batallas con el enemigo en lugares con poca presencia policial. De esta forma, en Inglaterra, se mantiene viva una cultura violenta con muchas referencias históricas.

Fuente: La Vanguardia
24
Jun
09

Crece la cantidad de muertos entre barras de la misma hinchada

La lucha por el poder de una barra brava y los beneficios económicos que esto genera se ha convertido en el objetivo de las internas y ataques feroces que se incrementaron en los últimos años en el violento fútbol argentino.

Un informe de la ONG Salvemos al Fútbol muestra cómo fue cambiando el panorama con el correr de los años en este sentido.

Así como en los 90 se incrementaron las muertes por choques entre barras de distintos equipos, la tendencia de los últimos tiempos muestra que la lucha ya no es por los colores sino por la propia popular.

Los jefes, entonces, ya no pueden descuidarse y no saben si sus laderos son socios en las buenas y potenciales rivales a la vez.

_TIMELa tensión se adueñó de las populares, lugar que en otros tiempos garantizaba cierta tranquilidad por la identificación del color.

Hoy, la popular propia es un terreno fértil para el desarrollo de la violencia y, como se desprende de los hechos, para la muerte.

Si bien este tema no es nuevo, tomó gran repercusión con River, donde el momento más álgido se vivió con el asesinato de Gonzalo Acro, que todavía se investiga.

Su muerte, ocurrida hace dos años, tenía que ver con una lucha de poder entre dos bandos de Los Borrachos del tablón: uno liderado por Alan Schlenker y Adrián Rousseau.

Meses atrás sucedió lo mismo en Boca, cuando un enfrentamiento entre bandos rivales casi le provocó la muerte a una señora que nada tenía que ver con el fútbol y que almorzaba con su familia en un local de comidas rápidas cercano a La Bombonera.

Como contrapartida, disminuyeron las muertes por los cruces con una tercera hinchada; es decir, con aquella ajena a los dos clubes que protagonizaban un partido.

Las víctimas por enfrentamientos entre barras de diferentes equipos tuvieron su punto más alto en la primera parte de la década del 90; luego, entre los años 2001 y 2005, se incrementaron los muertos por hinchadas ajenas a las que disputaban un encuentro. Y desde el 2006 aumentaron, de manera alarmante, las muertes por la lucha del poder entre la misma barra.

Fuente: Infobae.com
24
Jun
09

Conviviendo con el enemigo

Las peleas entre dos hinchadas, esas en las que las barras dirimían su supuesto aguante en combates mano a mano, quedaron en el olvido como las fotos de papel. Si ahora los recuerdos familiares forman parte de la era digital, la violencia de los barrabravas tiene una modalidad que ganó terreno en los últimos dos años: las sangrientas disputas internas entre grupos antagónicos de una misma tribuna.

Desde 2007 hasta hoy, ya son nueve las muertes que se registraron en el país por peleas entre bandos que tiran por los mismos colores: Gonzalo Acro (River, 2007), Damián Muñoz (Independiente Rivadavia de Mendoza, 2007), Daniel Margarone (Rosario Central, 2007), Daniel López (Colón, 2008), Miguel Angel Romero (Unión, 2008), Daniel Guzmán (Olimpo, 2009), Darío Iramaín (Sportivo Norte de Rafaela, 2009), Fernando De Respinis y Orlando Sosa (Huracán, 2009). Los motivos son recurrentes: los barras se disputan el poder de las tribunas y sus consecuentes negocios variopintos: reventa de entradas, drogas, viajes, estacionamientos, merchandising.
1218336834462_fEl caso más emblemático de este nuevo mapa es el de Acro, el barra de River asesinado de un balazo en 2007 producto de la feroz interna por el poder de Los Borrachos del Tablón. Dos meses atrás, la barra de Boca fue noticia por un fuerte enfrentamiento interno en el McDonald’s de Martín García y Almirante Brown, a metros del Parque Lezama, con balazos y heridos. Con los hermanos Di Zeo detenidos y aparantemente fuera de circulación, Mauro Martín ganó su lugar pero ahora está en discusción, como se ve.

La lógica de la violencia en el fútbol también sufrió un cambio abrupto en otros dos aspectos: el geográfico y el temporal. Muchas muertes, como la de Acro y como la de los dos barras de Huracán asesinados en la madrugada del lunes, ocurren lejos de las canchas y además en horario ajenos a los partidos. Quizá por eso los funcionarios de turno dicen que «no tiene que ver con el fútbol», con lo que pretenden poner a salvo los costosos operativos policiales.

Hoy, resulta casi impensado que las barras de dos equipos que van a jugar entre sí se crucen en la calle antes del partido. En Primera División, las barras visitantes llegan a las canchas escoltadas por la policía y no pasan ni cerca de la barra local. Y en el Ascenso, se sabe, está prohibida la concurrencia de hinchas visitantes, más allá de que esa norma no siempre se cumple con la debida severidad. El colarse ya es una práctica habitual.

La barra de Almirante Brown tiene una particularidad tristemente célebre: quedará en la historia como la precursora de este fenómeno creciente: de 2001 en adelante, las noticias de choques entre Los de Siempre y La 20 de Junio, los dos grupos en que está fragmentada, fueron una constante. Después de protagonizar numerosos choques violentos por el liderazgo de la hinchada, en 2006 llegaron a pactar una convivencia en paz. Fue en la propia sede de Brown, con brindis con gaseosas, anchas sonrisas y la presencia de los dirigentes del club y representantes del CoProSeDe. Así y todo, en 2007 ese pacto rompió y las barras volvieron a enfrentarse. Ahora comparten tribuna y se miran de reojo. Pero la violencia puede estallar en cualquier momento, como ocurrió con los dos grupos antagónicos de Gimnasia de Jujuy. Y como puede seguir ocurriendo en muchas otras tribunas del fútbol argentino.

A un año del Mundial 2010, el panorama no es alentador. Habrá más guerras internas porque nadie quedará contento con el reparto de la torta para ir a Sudáfrica. Y lo saben todos. Todos.

Fuente: Clarín



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